Ruah de Dios

Y oí una gran voz desde el trono que decía: «He aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo, y el “Dios con ellos” será su Dios». Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido. Y dijo el que está sentado en el trono: «Mira, hago nuevas todas las cosas». Y dijo: «Escribe: estas palabras son fieles y verdaderas». (Ap 21, 3-5)

Un nuevo comienzo

¡Un nuevo comienzo! Debemos aprender a vivir cada día, cada hora, hasta cada minuto, como si fuera un comienzo nuevo, como una oportunidad única de hacerlo todo nuevo. Imagina que pudiéramos vivir cada momento como un momento grávido de vida nueva. Imagina que pudiéramos vivir cada día como un día lleno de promesas. Imagina que pudiéramos ir avanzando a través de los años como si estuviéramos escuchando siempre una voz que nos dijera: «¡Tengo un regalo para ti y estoy impaciente por enseñártelo!». Imagínate.

¿Es posible que nuestra imaginación pueda llevarnos a la verdad de nuestras vidas? ¡Sí, es posible! El problema es que permitimos que nuestro pasado, que se va haciendo cada año más y más largo, nos diga: «¡Todo eso ya lo sabes tú; ya lo has visto todo, sé realista; el futuro no será más que una repetición del pasado. Trata de sobrevivir lo mejor que puedas» Son muchos los Zorros astutos que brincan sobre nuestros hombros y nos susurran al oído la gran mentira: «No hay nada nuevo bajo el sol..., no te dejes engañar».

Yo enjugaré las lágrimas de vuestros ojos; ya no habrá más muerte, ni luto ni tristeza. El mundo del pasado ha desaparecido.

 Cuando escuchamos a estos zorros les damos al mismo tiempo la razón: el año nuevo, el día que comienza, cada una de nuestras horas, pierden relieve, se hacen aburridos, mortecinos, no nos traen nada nuevo.

¿Qué hemos de hacer entonces? En primer lugar, debemos mandar a los Zorros al sitio que les corresponde: a las madrigueras. Luego debemos abrir nuestras mentes y nuestros corazones a la voz que resuena por los valles y los montes de nuestra vida diciendo: «Dejadme que os muestre dónde vivo en medio de mi pueblo. Mi nombre es "Dios con vosotros". Yo enjugaré las lágrimas de vuestros ojos; ya no habrá más muerte, ni luto ni tristeza. El mundo del pasado ha desaparecido» (cf Ap 21, 2-5)

Debemos optar por escuchar esta voz, y cada vez que hagamos esta opción se descubrirá un poco más antes nosotros esa vida nueva que de momento está oculta. Esperando ansiosamente su nacimiento.


Henri J.M. Nouwen
(Del libro: Aquí y ahora. Viviendo en el Espíritu Santo)

0 Comments